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16 de septiembre de 2013

LOS ACARREADOS


“…Qué fácil es protestar
por la bomba que cayó
a mil kilómetros del ropero
 y del refrigerador.”

Silvio Rodríguez

Los acarreados no son traidores sino menesterosos. Muchos de ellos son “los nadie” de quienes habla don Eduardo Galeano, los remisos de la Revolución. Los jodidos que nadie desea ver y a los que nos resulta más fácil volver invisibles porque su presencia insulta la mirada. Son los mexicanos de cuarta, los desplazados, los carentes de identidad, los que nos hacen ver mal ante los ojos del extranjero, los ignorados a quienes, como si en automático eso nos hiciera mejores por comparación, llamamos despectivamente vendepatrias, nacos,  chundos, proles, indios patarrajada y otras lindezas, cuando sólo son otro tipo de “ninis” para los que una torta y un refresco pueden representar todo el alimento del día y los “pinches trecientos pesos por los que se venden”,   marcar una diferencia en sus vidas.

Camino entre ellos. Me detengo y finjo buscar a alguien, como un ardid para escuchar sus conversaciones. Casi a todos les preocupa saber cuándo les darán los centavos que les prometieron por estar allí, por trabajar como público. Por alquilar lo único que tienen de valor: su tiempo. Muchos calzan huaraches o zapatos baratos de plástico y sus pies acusan un severo maltrato. La mayoría tiene rasgos indígenas y todos, de una u otra forma, manifiestan pobreza y abandono. Hay algunos que  apenas y mastican el español. 

Se les ve cansados, sus humores son fuertes, más no creo que sean sucios por gusto sino por carecer de los medios para asearse o quizás porque llegaron de muy lejos. ¿Desodorante, enjuague bucal, loción, jabón perfumado de tocador? Esos son lujos que, con sólo ver a algunos de ellos de bulto, se puede intuir que jamás han conocido. Tal vez, incluso, ni siquiera tengan agua corriente a disposición en sus lugares de origen.

También se ven personas de la tercera edad que fueron llevadas con la promesa de un poco de esparcimiento, y a quienes por su condición de abandono y falta de espacios para trabajar tampoco les cayó mal ni el lunch ni el dinero.

No creo que tengan mucha idea del significado real de sus acciones para quienes los “contratan”, y estoy seguro de que no tienen nada en contra de los maestros desplazados del Zócalo al Monumento a la Revolución, así como de que desconocen incluso la propuesta de una nueva miscelánea fiscal que, en sus condiciones tan depauperadas, aun de ser aprobada, ¿cómo podría afectarlos?

¿Dónde y cómo vivirán los acarreados? ¿Cómo serán sus casas, sus muebles? ¿Cómo será vivir en sus zapatos? ¿Dónde dormirán? ¿Qué comerán y cada cuándo lo harán? ¿Qué soñarán? ¿Cómo es que terminaron así, o será que simplemente son herederos de una pobreza generacional que se ha trasminado de sus genes a sus bolsillos desde tiempos ancestrales? ¿Qué significado pueden  tener para ellos conceptos como “Independencia” y “Revolución”?

Los acarreados son culpables de inocencia, de pobreza extrema, de falta de oportunidades, de marginación e indefensión. Son víctimas de la corrupción, de la ignorancia, de la incapacidad de nuestros gobernantes…

Yo me pregunto si vendería unas horas de mi tiempo para legitimar una farsa política y me respondo que sí. Sí, si no tuviera más que bocanadas de aire para comer no me caería nada mal la bolsita con la torta fría engañada de jamón, el boing y la naranja que les dieron a todos, porque el hambre no tiene filiaciones políticas ni sabe de ideologías. Sí, si ello significara poder comprarle un poco de alivio a alguien que amo con un medicamento. Sí, si supiera que esos centavos podrían ser los únicos seguros en mucho tiempo. Sí, si mi realidad fuera como la de ellos.

Habrá quienes piensen que esto es un melodrama o una exageración, pero no es ni una ni otra cosa. Ni tampoco una apología de la pobreza ni un elogio de la lástima. Es sólo una reflexión a partir de lo que vi en la realidad, no en las redes sociales, no en la televisión.

Como sociedad que condena y señala con el dedo a los acarreados también somos responsables por su miseria. Somos cómplices por omisión. Y sí, cierto es que también el gremio de los acarreados está infiltrado por los ganapán, oportunistas para quienes hacer bulto es sólo una manera de obtener dinero fácil, pero son los menos. Cierto es también que todos somos acarreados de alguna u otra forma, pues cuando se vive en sociedad no hay opción al respecto…

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