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9 de octubre de 2014

¿LEER O NO A LOS PREMIOS NOBEL?




Algunos libros son probados,
otros devorados,
poquísimos masticados y digeridos.
Sir Francis Bacon

No conozco la obra del ganador del Premio Nobel de Literatura, el francés Patrick Modiano, al igual que la de otros escritores que han sido distinguidos con esta presea, ni estoy seguro de querer hacerlo.

En ese sentido, debo confesar que antes me dejaba llevar por los premios (especialmente por los Nobel) y, apenas se daban a conocer, cuando se trataba -como en este caso- de autores que no conocía o simplemente no había leído; ni tardo ni perezoso corría a la librería para agenciarme algún ejemplar, cuando estaba disponible la traducción, con la casi certeza de que entre sus páginas iba a encontrar sólo maravillas. Sin embargo, probablemente por no siempre estar familiarizado con la cultura a la cual pertenecían los galardonados; por que las temáticas que abordaban no siempre resultaban de mi interés, o simplemente por generarme demasiadas expectativas (el hacerlo casi siempre conlleva desazones en proporción), me encontré, no en pocas ocasiones, emboletándome con textos que no terminaba de leer con buen sabor de boca.

Habrá, con seguridad y sin faltarles razones, quienes dirán que mi apreciación de dichas obras carece de calificación al lado del dictamen de los cónclaves que conforman los jurados en cuya erudita lectura recae el otorgamiento de los premios. Sin embargo y, dado que desde mi perspectiva la lectura debe ser un acto gozoso, prefiero ahora pecar de ignorante antes que embarcarme en navíos que, reitero, desde mi punto de vista, no me llevarán a buen puerto.

Así las cosas cuando, como en este caso, desconozco la obra de un autor, prefiero -antes que en la recomendación implícita de un premio- confiar en la de personas que la han leído y cuyas preferencias literarias empatan con las mías o, en su defecto, acercarme con cautela vía reseñas o resúmenes de la misma, que despierten al menos mi curiosidad.

Respeto a todo tipo de lectores, incluidos aquellos con quienes no comparto preferencias. Sin embargo, el leer por moda o por considerarlo un “debe” a partir del dictamen de terceros –sean quienes sean éstos e independientemente de la autoridad que ostenten para emitir sus juicios- puede traducirse en tiempo perdido. El hecho de que una obra sea distinguida con un premio, aun el Nobel, no implica necesariamente que nos resultará gratificante, ni que por ello debamos leerla. La lectura, como acto íntimo y de recreación personal, debe obedecer, en primera instancia, a  la satisfacción de cada lector. Lo importante, entiendo, es que al llegar a la última página del libro que se sostiene entre las manos, uno decida cerrarlo, ya sea para reservarse el placer de ese último bocado visual para un momento más especial, o simplemente para prolongar la agonía que conlleva el fin no deseado de algo que se ha disfrutado enormidades, aun cuando se trate de una obra que jamás reciba un galardón.


Como quiera que sea, en tanto siga desconociendo la obra de Patrick Modiano, no me resta sino conferirles el beneficio de la duda a quienes han recorrido sus letras y pueden asegurar que las han disfrutado. Enhorabuena para ellos.

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